Momento Espírita
Curitiba, 23 de Abril de 2024
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ícone Aprendiendo a desprenderse

Bonnie tuvo que ser internada dos semanas antes de la Navidad para una cirugía, y estaba muy preocupada. Además de cuatro hijos para cuidar, pensaba en las compras, regalos y adornos que aun tendría que organizar.       

Cuando abrió los ojos, tras haber dormido una buena parte de los dos días que pasó en el hospital, después de la operación, miró a su alrededor y vio algo semejante a una florería. 

Ramilletes de flores en una larga hilera sobre el antepecho de la ventana; tarjetas que se amontonaban encima de la mesa de luz. En el botiquín, arriba de la pileta,  una docena de rosas rojas enviada por sus padres que vivían en otra ciudad.

Su marido le dijo que los amigos habían preparado las comidas para la familia y se ofrecieron para cuidar de los cuatro niños.  

¡Más flores! dijo la enfermera, entrando en la habitación e interrumpiendo los pensamientos de la convaleciente.

Ella hizo un espacio entre las demás flores, para poner otro bello arreglo con muchos colores.  

Creo que tendremos que mandarla para su casa, dijo sonriente. No tenemos más espacio aquí.

Mientras Bonnie leía las tarjetas, oyó que alguien decía:-Me gustaron las flores.

Era la compañera de habitación. Una mujer con más o menos cuarenta años, que sufría del Síndrome de Down. 

A Ginger le gustaba hablar y no se cansaba de decir que estaba allí  para que el doctor le “arreglase” el pie. Contaba que vivía acompañada con otras personas y deseaba volver a tiempo para poder participar de las fiestas de Navidad.

Mientras Ginger iba hacia el quirófano, Bonnie se quedó contemplando la habitación. Su lado estaba con muchas flores, pero en el de Ginger no había nada. Ninguna tarjeta, ninguna flor, ninguna visita.

Voy a ofrecerle algunas de mis flores, pensó.

Fue hasta la ventana y eligió un buqué de flores rojas. Pero, en ese momento  recordó que el ramillete quedaría mucho mejor en su mesa para la Navidad.

Y las justificativas continuaron: las flores están empezando a marchitarse, la amiga que se las envió se sentiría ofendida, podría adornar la casa con ese buqué.

Resultado: no logró repartir ninguna flor. Volvió para la cama y pensó que el día siguiente, cuando abriera la florería, les pediría para que entregasen algunas flores a Ginger.

Ginger volvió de la operación y una funcionaria del hospital le trajo una guirnalda de hermosas flores y la colgó en la cabecera de su cama.           

Después del desayuno, la mañana siguiente, la enfermera retornó para decirle a Ginger que sería dada de alta. Un coche estaba a camino para venir a buscarla.

Ella se sintió muy feliz pues llegaría a tiempo para participar de la fiesta de Navidad. Arregló sus pocas cosas mientras Bonnie se sintió triste. La florería del hospital sólo abriría dentro de dos horas. ¿Tendría ella que ofrecerle una de sus flores?

Ginger se puso la chaqueta, se sentó en el sillón de ruedas para ser conducida por la enfermera. Cuando estaba en la puerta, pidió para regresar, como si se hubiera olvidado de algo.

Fue hasta su cama, tomó la guirnalda, se acercó a Bonnie y, levantándose con alguna dificultad, la abrazó y le dejó el adorno en la falda.

Después, se marchó.     

Mientras salía de la habitación, Bonnie no logró decir nada.

Sostuvo la pequeña guirnalda en las manos, con los ojos humedecidos. El único regalo que había recibido Ginger y ella se lo daba a su compañera de cuarto.

Entonces Bonnie entendió que Ginger tenía muchas cosas más que ella. 

*** 

Hay mucha gente esclavizada a lo que no tiene y muchas almas libres de lo que poseen.

Verifique dónde usted se enmarca y busque transformarse en el ángel de la acción bien dirigida, convirtiendo lo que le llegue a sus manos en bendiciones y  alegrías mantenedoras de la vida.

 

Equipo de Redacción de Momento Espírita, con base en el capítulo “Todo es mío”, de Bonnie Shepherd, del libro “Historias para el corazón de la mujer” de Alice Gray, editorial United Press y capítulo  25 del libro “Legado Kardequiano”, del Espíritu Marco Prisco, psicografiado  por Divaldo Franco, editorial LEAL.

Versión en español: Roberto M.L.Roca / AD LITTERAM

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