Momento Espírita
Curitiba, 27 de Abril de 2024
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ícone Ayuda de los cielos

 

La joven de largas y robustas piernas, pelo crespo y mejillas llenas de pecas, volvía para casa en su bicicleta.

Distraída, pensaba en lo que habría hecho su madre para la cena. Al contornear una esquina, un auto surgió a su lado, con dos jóvenes en su interior.

Ella pensó que eran amigos de su hermano. El joven que estaba en el banco del pasajero, se inclinó para fuera, en su dirección. Tenía el pelo largo y se parecía a su hermano Michael.

Él le sonrió y le preguntó si le gustaría seguir con ellos, en el auto, hasta su casa.

¡No, gracias! – respondió. Vivo cerca, después de la esquina. Estoy casi llegando.

Él insistió: ¡Venga! Será divertido dar una vuelta con nosotros.

Ella miró en su entorno. No había nadie. Ni siquiera un auto pasando. La calle estaba vacía.

Empezó a sentirse mal, pero no lograba moverse. Parecía que estaba hipnotizada.

En ese instante, una voz resonó en su oído. O, al menos, pensó que fuera en su oído.

¡Corre! ¡Sal de aquí!

Imágenes de su casa empezaron a cruzar por la mente de la niña de 11 años.

Ella despertó de la parálisis que el miedo provocara, y se desplazó lo más rápido que pudo, rumbo a su casa.

El auto se fue en la dirección opuesta.

La niña llegó en casa con dolor en el pecho, afectada en la respiración, por haber pedaleado con mucho esfuerzo.

Aun temblando, corrió para los brazos de su madre, narrándole lo que ocurriera.

Lamentablemente, como hacen muchos padres, ella no dio mayor importancia a lo que fuera un intento de secuestro infantil.

Pero, la orden de aquella voz salvó a la niña.

El episodio la señaló profundamente. Más de veinte años después, ella recuerda la escena en todos sus detalles.

De aquél día, ella recuerda haberse prometido a si misma que, cuando creciera, haría algo para proteger a los niños de sus agresores.

No sabía exactamente como lo haría, pero, estaba segura de que, un día, se dedicaría a esa causa.

Pensó en ser abogada y jueza, para aplicar sentencias severas a las personas que maltratasen a los niños.

Ya adulta, colaboró en la creación de un sistema de alerta contra rapto de niños en el Estado de Arizona, donde vive.

Pero, la gran certeza que permaneció del episodio, es que, en aquél día terrible, a los 11 años de edad, había un ángel a su lado.

El ángel tanto la protegió aquella tarde, dice ella, cuanto le indicó el camino que debería seguir en la vida adulta.

Trazando perfiles de criminales para la policía, apoyando en la captura de raptores, ella se siente complacida. Y, aun más, cuando sus palabras pueden aliviar el dolor de los parientes de una víctima, aligerando sus corazones.

 

*  * *

Pocos de nosotros nos damos cuenta de cuanto somos protegidos. Es porque la protección es sutil.

Las ideas nacen como una intuición y, casi siempre, las consideramos como de nosotros mismos.

¡Cruce la calle! ¡Siga por aquél camino! ¡Mire  hacia atrás!

Muchas veces, el socorro es providenciado a través de la interferencia feliz de un pariente, un amigo, o incluso de un desconocido.

Alguien que llega y nos sugiere algo. Alguien que se acerca y nos ayuda.

Piensa en eso y quédate atento a la ayuda que los cielos te envían todos los días, aprendiendo a oír con lucidez y a ser agradecido.

 

Redacción del Momento Espírita con base en el capítulo 3 del libro “Não é preciso dizer adeus”, de Allison Dubois, ed. Sextante, Brasil.

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