Momento Espírita
Curitiba, 18 de Abril de 2024
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ícone Apelo de la esperanza

Mi querida amiga,

Hoy, estoy escribiendo especialmente para ti. He acompañado tus últimos días, y me ha preocupado la tristeza y la callada revuelta que encontré en tu mirar.

No me pasaron por alto tus preocupaciones y tus miedos y, a pesar de haberme colocado a tu lado, y abrir mis brazos para confortarte, has pasado de largo, sin abrir tu  corazón.

Por eso estoy aquí, insistiendo contigo.  ¡No desistas!

La noticia del embarazo inesperado te ha sorprendido con violencia y tú miras a tu alrededor sin encontrar un camino seguro para seguir.

El que ha compartido contigo los tibios momentos de los placeres fáciles, quizás, no quiera saber más de tu compañía y, mucho menos aún, del fruto del instante que ya es pasado.

Tu familia tal vez no quiera saber de tus problemas y, como en otras veces, te dará la espalda, diciéndote: Tú has plantado,  pues entonces tú debes cosechar.

Pero, amiga querida, el que crece en tu íntimo no es un problema: - ¡es tu hijo!

Un alma preciada a tu corazón, un amor que vuelve a tus brazos para acompañarte en los días que aún están para ser vividos.

¡No abortes! ¡No mates, a la felicidad que golpea la puerta de tu alma, pidiéndote arribo seguro!

Por tu mente pasan imágenes de todos los placeres que tendrás que abandonar en nombre de una condición no deseada: las fiestas, los encuentros, la libertad de ir y venir como quieras y con quien quieras...

Piensas en tu cuerpo... En verlo deformado, en perder la forma codiciada, en la falta de comodidad, en el dolor, en el parto.

Piensas en los gastos...

¡Pero yo sé!...¡yo sé sobre ti! Sé que traes tantas cosas guardadas dentro del corazón, tantos sueños que no compartes con nadie, tanta dulzura que no expresas...

¡Amiga, yo te conozco! Sé que tienen ansias de amor, de ese amor profundo y sin mácula que has buscado en los brazos de tantos que no te entendieron y que muchas veces, desprecian tu valor.

El que regresa por tu vientre también lo sabe, por eso, te ha elegido para llamarte por el  más sublime nombre humano ya proferido por los labios de los seres que habitan esta tierra: ¡madre!

Reconozco que no tendrás días fáciles, que algunos serán de noches sin estrellas.

Prometo,  pese a todo, estar a tu lado y al lado de tu hijo, observando, alegre, tu vientre crecer, lleno de vida.

Y digo más: ¡no contarás solamente con  mi presencia, sino, con la presencia de muchos que te aman y que velan por tu paz y por la paz de tu hijo!

¡No desistas de ser feliz! ¡No abortes tu sueño! No mates a tu hijo, para tu propio bien!

Con todo el cariño de mi corazón.

Tu amiga y compañera eterna:

 

La  esperanza.

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