Momento Espírita
Curitiba, 18 de Abril de 2024
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Cuando florecen los lapachos en mi ciudad, sé que la helada no volverá a manifestarse en esta estación invernal.

Los lapachos floridos, derramando su amarillo en el césped verde, con los colores nacionales, son los anuncios de la primavera que se prepara para reinar durante noventa días.

Son como exploradores que vienen delante, verificando las veredas y embelleciendo las carreteras, las calles, las avenidas y las plazas.

Recordamos que, hace alrededor de dos mil años, un hombre se levantó en Palestina, andando por los caminos, alertando a las poblaciones.

Al igual que los lapachos, él anunciaba la nueva estación que estaba a punto de llenar el mundo de flores de esperanza. El suyo era el anuncio de la primavera de la renovación.

Preparad los caminos del Señor...

Después de mí, vendrá aquél del cual no soy digno de desatar las sandalias.

Yo soy la voz que clama en el desierto... en el desierto de los corazones humanos.

Y el Bautista traía las semillas abundantes de profecías anunciadas desde hace siglos.

El Rey se encontraba entre los hombres. Y eligió el escenario de la naturaleza para entonar Su canción de amor. Compuso poemas y sólo los corazones de buena voluntad registraron Sus versos, en la intimidad del propio ser.

Pero los versos se quedaron resonando, impulsados por los vientos, repetidos por las montañas, acogidos entre las paredes generosas de los que adherían a la invitación. Invitación del amor. Invitación para amar.

Era el auge de la primavera. El Gobernador planetario había venido para estar con los Suyos.

Yo estoy entre vosotros como El que sirve. Yo soy el buen pastor.

Ninguna de las ovejas que el Padre me ha confiado se perderá. El pastor da su vida por la de sus ovejas.

Creed en Dios. Creed también en mí.

Versos recitados en la montaña, en el valle, en los caminos. Y punteados en el laúd del lago de Genesaret.

Primavera celestial. Nunca igualada.

* * *

En los días que vivimos, se hacen nuevos anuncios. La era de la regeneración se acerca y poco a poco se instala.

Los mensajeros se multiplican. La genialidad vuelve al escenario del mundo y los niños recitan, versifican, componen sinfonías y ejecutan piezas magistrales en evocaciones de la sublimidad celestial.

Los genios avanzan en los estudios de las ciencias, soñando con viajes interplanetarios, como mensajes de verdadera fraternidad.

Y otros se vuelcan sobre láminas, libros, en laboratorios, academias, institutos, en  investigaciones que buscan la cura de males que afligen a sus hermanos, la disminución de los dolores.

Otros más emprenden campañas a favor de aquellos que poco o nada tienen. Sus preocupaciones no son las diversiones de la infancia, sino el bienestar de otros niños, amigos cercanos o desconocidos distantes.

Primicias de primavera. Primavera en los corazones. Primavera de un mundo nuevo, regenerado. Un mundo en el que el hombre abandonará las armas que aniquilan y abrazará la lira, la ciencia, el arte, el amor.

Un mundo que ya está presente. Como los lapachos que bordan arabescos en el suelo, que llenan los ojos y afirman: ¡La primavera se aproxima!

Pensemos en eso y dejémonos penetrar por el aliento primaveral del mundo nuevo.

Redacción del Momento Espírita.
En 7.1.2015.

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