Momento Espírita
Curitiba, 25 de Abril de 2024
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ícone Mi vida es mi mensaje

Al hacer un balance de su existencia y ser interrogado sobre qué mensaje dejaría a India, el gran Mahatma Gandhi afirmó: Mi vida es mi mensaje.

El gran pacifista no eligió palabras, no eligió lecciones, no eligió fórmulas. Dejó su ejemplo, sus pasos, su vida.

Los ejemplos son más fuertes que los dichos, son más fuertes que los escritos y las recetas.

Cuando alguien es capaz de vivir su propio mensaje, se vuelve mensajero y mensaje al mismo tiempo. Él se vuelve fuerza y fortaleza simultáneamente.

Dejar la vida como mensaje es seguir el camino de la conciencia en paz que, al final del día, con seguridad y sin ningún subterfugio, puede decir que no debe nada a nadie.

La vida como mensaje va más allá del no deber. Ella alcanza también la esfera de la afirmación: Hice todo lo que estaba a mi alcance.

La acción se hace necesaria para que crezcamos. No basta no hacer el mal. Es necesario hacer el bien, amar, limar asperezas, reforzar los lazos, emitir luz hacia todos lados.

Padres y madres deben esforzarse al máximo en ser mensajes vivos para sus hijos. Esto no requiere perfección, pues aún no está a nuestro alcance. Demanda solamente atención a los pasos, seriedad en los compromisos, observación de los errores para aprender de ellos.

Personas que tienen cierto destaque en el mundo, artistas, políticos, líderes, todos ellos necesitan estar atentos al dicho de Gandhi.

Todos trajeron el compromiso con las multitudes, pues sus acciones, sus palabras, su manera de vivir son copiadas por muchos.

Incluso en esferas menores, a veces, somos referencia para muchos que perciben nuestro ejemplo, que notan nuestros valores y van a darse cuenta de la diferencia entre lo que hablamos y lo que vivimos.

Si durante todo el trabajo de Gandhi en Sudáfrica y  después en India,  él se hubiese exaltado una sola vez, si hubiese utilizado la violencia en una única oportunidad, todo su mensaje estaría comprometido.

Sin embargo, eso no ocurrió. Él fue capaz de recibir golpes y sufrir violencias morales sin necesitar devolverlos. Él ofreció la otra mejilla en todos los momentos, recordando a otro Gran Maestro que también hizo de Su vida Su mensaje.

Jesús, al contrario de lo que muchos dicen, no murió para salvarnos. Él vivió para darnos el derrotero de la salvación para nuestras vidas.

Sí, Su ejemplo es el gran derrotero que nos dejó, Su gran mensaje, que conduce a que el hombre que desea transformarse en verdadero agente del bien se indague diariamente:

¿Qué haría Jesús en mi lugar? ¿Qué haría Él en esta misma situación?

Las respuestas no son fáciles ni sencillas, sin duda, pero la pregunta por si sola es poderosa y es la mitad del camino del viaje.

*   *  *

Sé el cambio que quieres ver en el mundo. – Dijo, un día, el gran libertador de India.

Si deseamos ver el mundo transformado, empecemos por nosotros mismos este cambio.

¿Cómo estamos? ¿Mejor que ayer? ¿Preparados para la Nueva Era? ¿Dispuestos a ser hombres de bien?

 

Redacción del Momento Espírita.
En 21.7.2017.

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