Momento Espírita
Curitiba, 20 de Abril de 2024
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ícone El inigualable ingenio del Creador

Cuanto más nos adentramos en el conocimiento de lo que nos rodea, más somos invitados a reverenciar a la Divinidad, que todo lo hizo, descendiendo hasta los mínimos detalles.

En el reino animal, por ejemplo, al observar cómo cada especie se reproduce y tiene su ciclo de desarrollo vital, en una perfecta cadena alimenticia.

El guepardo, entre los animales terrestres, es el más veloz. Su cuerpo esbelto, las piernas largas, la espina dorsal flexible, son perfectamente diseñados para arrancar rápidamente.

En tres segundos, a partir de la inmovilidad, puede alcanzar cien kilómetros por hora.

El secreto de esta increíble velocidad es la flexión y la extensión de su espina dorsal, que aumenta mucho la longitud de sus pasos, o sea, la distancia entre el punto donde sus patas traseras dejan el suelo y el punto donde vuelven a tocarlo.

La enorme aceleración de este felino aumenta porque sus garras, que no se retraen totalmente, funcionan como los agarres de los tenis de los corredores, mientras la cola, que puede llegar a los ochenta centímetros de largo, ayuda a la estabilidad en las curvas.

En todo este proceso, mantiene la cabeza firme, debido a la gran flexibilidad de las articulaciones escapulares. Una estrecha camada de células fotosensibles concentradas en sus retinas, le permiten distinguir la presa en medio del paisaje.

Su presa favorita es la gacela. Si ella está quieta, él actúa furtivamente, escondiéndose en la vegetación. Cualquiera que sea la forma de aproximación, gastará mucha energía en el momento del ataque.

Este felino corre en línea recta, previendo la dirección de su presa para interceptarla. Entonces, ataca las patas traseras de su víctima, se tira sobre ella y la sofoca en minutos, con una fuerte mordida en la garganta.

Cuando no consigue alcanzar la presa antes de unos veinte segundos, desiste de la caza. Esto porque la velocidad que desarrolla le exige mucho a su organismo.

Aunque la carrera sea corta, el guepardo necesita descansar y recuperar el aliento.

En esta carrera, la temperatura del cuerpo sube peligrosamente hasta los cuarenta grados, un nivel que, mantenido por más de un minuto, puede causar una lesión cerebral.

Por ello, se sienta y respira profundamente durante unos quince minutos. Tras el descanso, estará listo para comer o, en el caso de que no haya conseguido nada, recomenzar la caza.

Lo que es extraordinario no es observar todos los detalles de este cuerpo aerodinámico, la increíble velocidad que alcanza en segundos, sino observar que, para mantener el equilibrio de la naturaleza, su víctima ha sido equipada con recursos importantes que determinan su supervivencia.

Por ejemplo, ella dispone de un proceso de ventilación, gracias a las fosas nasales, que refrigeran el cerebro y, por eso, puede correr durante más tiempo que su perseguidor.

También, por instinto, ella a veces lo confunde en su huida, dando saltos verticales de hasta tres metros saliendo, por lo tanto, del campo de visión del guepardo.

Error y acierto, fracaso y éxito, determinan con exactitud el control predatorio, de forma que se mantenga el equilibrio en la naturaleza.

¿No es extraordinario estudiar la zoología y descubrir el ingenio Divino en cada detalle, milimétricamente pensado, analizado, providenciado?

Redacción del Momento Espírita.
En 24.1.2018.

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