Momento Espírita
Curitiba, 19 de Abril de 2024
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ícone ¿Existe Dios?

La pregunta todavía está en la mente de muchas personas. Seres que se dicen agnósticos, los no creyentes de Dios.

Personas que tienen sus propias ideas sobre la Creación, como si la armonía que gobierna todo no nos dijera, en altos clamores, que una idea directriz comanda el Universo.

Pero, para aquellos que tienen ojos para ver, es suficiente dar una mirada a la naturaleza para concluir la existencia del Creador increado, perfección sin igual.

¿De qué otra manera se podría admirar los campos de lavanda, perfumados y coloridos?

Cuando admiramos el arco iris, ¿ya nos preguntamos quién lo traza en su forma tan perfecta, en los cielos?

¿Quién dobla los pétalos de los capullos, que se abren en corolas brillantes?

¿Quién pone música tan diversa en el canto de las aguas del río manso, de la cascada altísima, de las cataratas voluminosas?

¿Cómo se puede admirar el pétalo aterciopelado de una rosa, sin preguntarse quién le ha puesto tanta suavidad?

¿Quién dispuso, que, en el mismo cantero del jardín, que recibe el mismo sol, la misma lluvia, las semillas minúsculas que, a veces, incluso se parecen, confundiendo al lego, se tenga, sin embargo, resultados tan diferentes?

Aquí las rosas presentan su brillo en los pétalos, allá los claveles esparcen perfume, un poco más allá, las margaritas se exhiben, mientras el viento les va quitando los pétalos y murmurando: me quieres o no me quieres; ella me ama, ella no me ama...

¿Quién establece la ruta de los astros en el Infinito? ¿Quién determina que la gravedad nos mantenga pegados al planeta, mientras gira vertiginosamente en el espacio, en dos movimientos constantes, de rotación y de traslación?

¿Quién explica eso? Leyes. Leyes universales. ¿Pero quién las creó? ¿Quién estableció la ruta del sol, de las estrellas, de las galaxias que se mueven en el Infinito?

¿Quién creó la ley que determina que nuestros rasgos se perpetúen en nuestros descendientes? ¿Y que, además, se rige por una ley de amor en la que, cuando se mezclan las etnias, se mezclan las razas, aparecen nuevos y hermosos especímenes?

¿Quién definió que dos gotitas minúsculas originasen un nuevo ser?

A todo esto, el viento responde, la cascada resuena y los astros cantan en coro: ¡Dios! ¡Señor de los mundos! ¡Señor del Universo!

Fue Dios quien creó todo, concibió y no deja de crear, sorprendiendo al hombre a cada paso.

El hombre que, estudiando, observando, se da cuenta de que cuanto más descubre, menos sabe y más hay por descubrir.

El mundo infinito de Dios, sin fronteras, en constante expansión.

Un mundo que se agiganta en el espacio y se esconde en el microcosmos.

Un mundo para estudiar y alabar a su Creador. Un Dios Padre que cada día genera un espectáculo al amanecer y otro al atardecer.

Un Dios de amor que compone sinfonías en las aguas que descienden de las montañas y en los hilos que corren casi escondidos entre los guijarros.

Un Dios que toca sinfonías en las copas de la arboleda y murmura canciones en la pradera...

¡Un Dios! ¡Un Padre! ¡Nuestro Padre!

Redacción del Momento Espírita
El 9.11.2020.

 

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