Momento Espírita
Curitiba, 19 de Abril de 2024
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ícone Hermosos árboles de Navidad

Tal vez no pienses en eso, no lo aprecies. O sólo por pereza de pensar en abrir aquellas cajas con adornos de Navidad, cada año.

Quizás no forme parte de las costumbres de tu familia, o incluso no sea algo que consideres importante para celebrar la época navideña.

Resulta que, para muchas familias, ése es aún un momento valioso: la celebración de la Navidad, una especie de consagración de un ciclo más. Pero, sobre todo, un tiempo de unión.

Muchas costumbres familiares, que pasan de generación en generación, llevan enseñanzas llenas de belleza.

Montar un árbol de Navidad en familia, por ejemplo, esparcir adornos por la casa, escuchando canciones que evocan el nacimiento de Jesús, y toda la alegría de ese evento tan importante, trae al hogar una verdadera lluvia de bendiciones.

Es otra forma de oración, otra forma de proponernos cambiar los pensamientos y renovar los aires internos del alma, tan golpeada por los dolores y las preocupaciones.

Todos trabajan juntos para edificar algo que representa belleza, que alegra e ilumina el ambiente doméstico, su propio hogar.

¿No es precisamente para eso que estamos reunidos en familias? ¿Para construir algo juntos? ¿Algo hermoso, que ilumine los unos a los otros?

Los hermosos árboles de Navidad, esos que guardan aderezos sencillos, donde colgamos los recuerdos de los niños, de sus artes, de esos que guardan mimos de amigos cariñosos, son los árboles de nuestras vidas.

Quien las mira listas, vistosas, no puede imaginar lo que está detrás de todo aquello.

No imagina el esfuerzo, el trabajo, las dificultades, las luchas para que se levantara una vez más.

Los hermosos árboles de Navidad son victorias del amor. Son ciudades erguidas sobre el monte, recordando la lección inolvidable del Cumpleañero.

*   *   *

Que los símbolos que evocan las conmemoraciones de esta época del año nos permitan, más fácilmente, calmar nuestros corazones.

Desacelera, admira, respira, medita.

Nuestra existencia no fue hecha para que viviéramos en automático, casi no percibiendo el tiempo pasar.

No nos permitamos decir: ¡Vaya, ni he visto pasar este año!

Que nos eduquemos para decir: He vivido todos los días intensamente. Los vi a todos pasar o, mejor dicho, yo pasé por todos ellos y aquí estoy, más feliz que ayer.

Es un cambio de perspectiva, de mirada. Mirada de quien puede quedarse allí, parado, durante unos minutos, observando las luces que parpadean en un árbol de Navidad.

Mirada sin prisa, mirada de quién evalúa y de quién planea.

Mirada de quien no piensa desistir, pues sabe que la escuela de la vida es llena de pruebas y las pruebas no son males, sino experiencias educativas.

Que cada uno de nosotros pueda ser una de esas luces que se enciende, aunque sea pequeña, tímida.

Unidos por un hilo, de la mano, promovamos un espectáculo sin igual, como las luces alrededor de un árbol, alrededor de una ventana, sobre un tejado.

Que la luz del ser al lado, igual a la nuestra, nos motive a permanecer firmes, encendidos, pase lo que pase.

Y, si pensamos que iluminamos poco, recordemos: por las leyes universales la luciérnaga un día será estrella.

Pensemos en eso.

Redacción del Momento Espírita
El 6.12.2021.

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