Momento Espírita
Curitiba, 02 de Maio de 2024
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ícone Oración de la mañana

Mientras amanece otra mañana y los rayos de la vida abundante vienen a decirnos que sigamos adelante, elevo mi oración.

Doy gracias por la noche que ya ha pasado. Noche de reconstrucción y descanso de la máquina corporal.

Por las innumerables reacciones, alteraciones y revoluciones que se han producido en el cuerpo sin darme cuenta, propiciando la maravilla de un nuevo despertar.

Doy gracias por la renovación del día de trabajo, por la renovación de la oportunidad de transitar por este planeta, la escuela de las almas.

Doy gracias por el canto delicado de los pájaros, saludando con alegría el amanecer que se repite.

Los pequeños seres alados nos recuerdan una y otra vez que debemos recibir cada amanecer con regocijo, haciendo de los primeros instantes del día un poema a la alegría de existir.

Agradezco a los que están a mi lado en esta tarea, por saber que todos reciben acompañamiento seguro, que todos son agraciados con protección ininterrumpida.

Por los amores que están aquí, tan cerca. También por los seres amados que ya transitaron por la existencia física y que ahora nos acompañan desde el mundo de los Espíritus.

Por saber que, mucho más que un recuerdo del corazón, son presencias reales, vivas, porque el alma sigue su curso en el espacio.

Doy gracias por el alimento de cada día.

Por percibir que la naturaleza nos provee en abundancia. También por ver las manos de los hermanos que trabajan sin cesar, para que los alimentos lleguen a nuestra mesa en las condiciones que necesitamos.

Y por comprender y sentir que cada amanecer es un gran acontecimiento que desfila humildemente ante mis ojos. Muchas veces, insensible, me hago pequeño ante tantas bendiciones.

Me hago observador y me pongo, Espíritu que soy, en la postura de un público exultante, que se conmueve ante la música sublime y desea aprender de la sinfonía que escucha.

Me hago pequeño, porque comprendo que aún queda mucho por descubrir.

Al mismo tiempo, me hago grande, sintiéndome parte de un espectáculo magistral.

*   *   *

Padre de bondad y justicia infinitas. Enséñame a ser como Tus mañanas.

Enséñame la renovación constante y la alegría incesante.

Enséñame a amar con el mismo amor que perfuma el nuevo día al amanecer.

Ayúdame a no olvidarme de Ti ni de mí mismo.

Ayúdame a ser un instrumento de paz en el bendito planeta donde me encuentro.

Penetra mis pensamientos como la brisa de la mañana que bien podría llamarse esperanza.

Despiértame a la realidad de la vida inmortal.

Invade mis sentidos despojados y dales alas.

Permite que cada vuelo sea un consuelo para el que lo necesita, un pan para el que tiene hambre, una sonrisa para el que se olvidó de sonreír.

Padre Celestial, que el nuevo día abrace a todos, con el calor y la seguridad de Tu brazo fuerte.

Que todos nos envolvamos en la certeza de que Tu Universo nos quiere bien, nos quiere fuertes y maduros, que Tu Universo sublime es también nuestro.

Sabemos que tenemos Tu firma. Aquí, en algún lugar sin lugar, en alguna parte sin parte. Tenemos Tu firma en el amor que nos une a todos.

¡Quédate en nuestra compañía, Padre bondadoso!

Redacción del Momento Espírita
El 14.7.2023
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