Momento Espírita
Curitiba, 18 de Abril de 2024
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ícone La oración
Cuando se habla en oración, la imagen inmediata que, de un modo general, viene a la mente de las personas es la de señoras ancianas arrodilladas, en recintos con poca luz, en una cantilena ininteligible. ¿Será que solamente los ancianos deben orar? ¿Serán solamente los desheredados del mundo, los sufridores los que carecen de oración? Oración es un proceso dinámico de dialogar con Dios. Es elevar la mente para sintonizar con las Fuerzas Superiores,  extrayendo de allí nuevas energías, nuevas ideas. Sin fórmulas preparadas, debe ser dictada por el sentimiento. Es abrir el corazón hacia el Padre amoroso y bueno. Algunos defienden la idea de que si Dios todo lo sabe no hay necesidad de pedirle. Él les dará a sus criaturas lo que ellas necesitan. Lo que dichas personas no se dan cuenta es que el Padre realmente todo lo sabe, todo lo ve, pero la oración tiene la virtud de abrir los canales mentales para que se pueda entender la respuesta. Es tornarse receptivo a la ayuda. ¿La respuesta siempre viene? Recordemos la enseñanza de Jesús : "Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, Él os concederá." La respuesta siempre viene. Lo que sucede es que, normalmente, no la percibimos. Incluso porque ella no siempre nos llega de la forma que se espera. La respuesta Divina,  a veces, es un no. Otras veces, viene a través de los amigos, de un mensaje, de las intuiciones, y otra vez no nos damos cuenta. ¿Y qué pedir? He aquí otra duda. Defienden muchos que solamente se deben solicitar cosas para el espíritu, nunca cosas materiales. Admitamos que si vivimos en el mundo, necesitamos de algunas cosas materiales. ¿Cuál es el problema en rogar por la salud de alguien? ¿Cuál es la dificultad en pedir ayuda cuando se busca un empleo digno, que nos garantice el sustento del cuerpo físico? ¿Cuál es el inconveniente en rogar a la Misericordia Divina para el hambre que castiga el estómago o para el frío que tortura? Sin embargo, oración no es solamente una petición sin fin. Antes de todo es alabanza.  Al enseñar a orar, Jesús primero alabó al Creador de todas las cosas. "Santificado sea Vuestro Nombre". Y para enseñar la resignación a los planos celestes, estableció "Hágase vuestra voluntad". Solamente después Él dirigió el ruego. La oración es alimento diario. En la alegría y en el dolor. Con salud o enfermedad. Ante el éxito o enfrentando los fracasos. Orar con sinceridad, y saber que no es por la extensión de la oración que ella será mejor oída, sino por su contenido. La  mejor oración es la del hombre de bien. Orar a Dios, a Jesús, evitando dirigir pedidos a parientes y amigos desencarnados que podrán no estar en condiciones de atender, lo que sólo les aumentará la carga de preocupaciones. Orar por nosotros, por los enfermos, por los desencarnados, por los suicidas,  por los que no nos aman. Orar por los amigos, pues que la oración sustenta. Es del Cristo la enseñanza "Orad unos por los otros".  ¿Usted sabía...  Que la oración a favor de los que sufren constituye siempre una valiosa contribución  para  aquél a quien es dirigida? No resuelve el problema ni retira la aflicción, pero suaviza la aspereza de la prueba. ¿Y usted sabía que la oración es siempre un bálsamo para el alma, que se convierte en medicina para el cuerpo físico? La oración tranquiliza, dulcifica al que ora, propiciándole resultados saludables...
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